Las lágrimas la despertaron de una triste pesadilla y para esperar el dia, decidió le ponerle a la noche melodías.
Encendió la radio y una dulce melodía sonaba en el silencio de ésta, alumbrando su corazón, eran las notas de un piano que iba desgranando una canción.
Imaginó unas las manos que, sobre un teclado iban volando, como palomas en hileras que su belleza iban mostrando.
Estrellas a las que la Luna su blanca luz les ha prestado; luceros juguetones que sonrientes están bailando.
Mariposas volando entre rosas y amapolas; Luciérnagas brillantes que a la noche sus ojos asomaban.
Eran notas cantarinas que en el silencio juguetonas, traían a su mente una cascada de perlas blancas, que su blancura a la nieve robaban.
Olas de blanca espuma que le recordaban la playa, donde sus manos de niña, castillos encantados creaba, llenos de cuentos de hadas.
Lágrimas brillantes que vestidas de emoción, en su mente crean un sueño:
Unas notas que hablaban de la belleza de una flor. Una margarita vestida con el color de la paz, con un tocado de noche que en ese instante en hilera se quisieron acostar y en forma de melodía se ha convertido en piano, para traer hasta ella envueltas en éstas sus caricias y abrazos.
Eran como el Hada Encantada que iluminaba su corazón y a la tristeza, que en ese momento quería vestir con su manto la noche, mientras llegaba el día, venía e a echarla con su voz.
Annia Mancheño
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